Cuento
Así era antes, así soy ahora
Primer grado
- Asignatura:
- Aprendizajes esperados:
- Ámbito:
- Práctica social del lenguaje:
- Bloque 3, lección 1.
- Propósito:
- Recurso:
¿Recuerdas?
Maricela Rios Barriga (2018)
Un día soleado, mientras limpiaba
tranquilamente el patio de mi casa, alguien caminaba lentamente por la calle de asfalto que da al patio frontal donde normalmente estaciono mi carro de color rojo, se detuvo a mirarme fijamente, me observaba de
arriba a abajo como tratando de decirme algo con la mirada. ¡Era mi nueva
vecina!, una mujer alta, delgada, de tez blanca, ojos grandes, cabello negro y rizado, y con una gran sonrisa en su rostro, ella llevaba un vestido corto y plegado de color azul con unos brillantes que adornaban su cuello, usaba zapatillas negras, un bolso de piel y una esclava de oro en su muñeca derecha. Después de un rato que no dejaba de mirarme,
me acerqué a ella y le pregunté si necesitaba algo, ella me respondió:
"¿No te acuerdas de mí? Soy tu amiga de la infancia, todas las tardes jugábamos juntos en tu casa, no recuerdo muy bien la edad que teníamos, pero a ti siempre te he llevado en mi memoria".
"¿No te acuerdas de mí? Soy tu amiga de la infancia, todas las tardes jugábamos juntos en tu casa, no recuerdo muy bien la edad que teníamos, pero a ti siempre te he llevado en mi memoria".
Quedé asombrado al escuchar la respuesta de la
muchacha, en un principio, no recordaba a ninguna amiga de la infancia, sin
embargo, la invité a pasar a la sala de mi casa, nos sentamos en un sillón de
terciopelo de color café oscuro que estaba junto a la ventana que daba al jardín trasero de la casa, tomamos café caliente y
comimos galletas azucaradas mientras platicábamos, entonces, poco a poco me
hizo recordar aquellos bellos momentos de la niñez a su lado.
Recordamos que éramos unos niños muy
traviesos, nos gustaba salir de las cuatro paredes de casa en busca de aventuras, en el patio imaginábamos
un campo de batalla, en el jardín veíamos un gran bosque que explorar, en la
calle, un gran río que en cualquier momento se desbordaría y nos llevaría en su corriente. Todos los días ella terminaba con las rodillas raspadas, sus trenzas desarregladas y su vestido con manchones de tierra; yo, quedaba con
los pantalones cada vez más rotos, la playera rasgada, y con la cara sucia.
También me dijo: "¿Recuerdas? Amábamos acostarnos en el pasto, ver la puesta de sol, mirar a los perros jugando y escuchar a las aves cantando. Nuestra comida favorita eran las tortas de jamón, pero lo que más nos gustaba, era comerlas viendo películas en la sala."
También me dijo: "¿Recuerdas? Amábamos acostarnos en el pasto, ver la puesta de sol, mirar a los perros jugando y escuchar a las aves cantando. Nuestra comida favorita eran las tortas de jamón, pero lo que más nos gustaba, era comerlas viendo películas en la sala."
También recordamos que un día
ella se tuvo que ir con su familia a vivir a otro lugar, entonces, dejamos de
reunirnos para jugar. Nunca pensamos en que algún día nos volveríamos a ver,
sin embargo, ese día llegó sin avisar y, estando ahí reunidos, pudimos
compartir qué ha sido de nuestras vidas. Ya no éramos los mismos de
antes.
Desde que nací he sido muy
delgado, de estatura mediana, de piel morena, con ojos pequeños, negros y
profundos, de cabello negro y lacio, con mi nariz afilada, sonrisa grande y
mejillas rojas; creo que físicamente sigo siendo igual, solo que ya no soy un
niño, tal vez por eso ella me reconoció tan rápido.
Contrario a mí, ella sí había
cambiado físicamente, ya no era aquella niña bajita y gordita con pecas en
sus mejillas rojas, ni con cabello largo, lacio y trenzado, ahora, ella era una mujer
alta y delgada, y con cabello negro, corto y rizado.
A pesar de tantos años sin vernos, nos
dimos cuenta que nuestra personalidad no ha cambiado, seguimos siendo muy alegres
en busca de nuevas retos que nos dejen grandes experiencias en la vida.
Seguimos viendo con asombro lo que nos sucede día a día.
Ese día me reencontré con una gran amiga y,
a pesar de los años sin vernos, nos dimos la oportunidad de reconocernos y de
continuar con esa amistad de la infancia. Todos cambiamos conforme vamos
creciendo y debemos reconocer nuestros cambios, pero la mejor manera de hacerlo
es acompañados de nuestros seres queridos, haciéndonos la pregunta: ¿Recuerdas?”.
Y tú, ¿recuerdas cómo eras?, y ahora, ¿cómo
eres? ¡Cuéntame!
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